Quejumbres

El instante de frustración se derramó

demoliendo quietamente espejismos, mientras nos volvían a desvirtuar

el miedo quieto, suave distractor audaz.

Que construye el hambre por héroes de plomo que no salvan e intoxican.

Mecanismo complejo, donde…

-¡Deténganlo!-

cada pieza embona…

-¡Destrúyanlo!-

para sobrevivir…

-¡Destácenlo!-

Gente forzada a amamantar al crimen, y tomarlo como a un recién nacido

“pequeño engendro” ¿se parece a su papá? Yo creo que salió a la abuelita.

¡Mira! Ya se zurró sobre todo el país

¡Mierda! Donde te embarras para avanzar, si no agandallas cuando hay,

alguien más te pisa y corre.

Los que denuncian esta maraña, la muerte lógica,

son atacados con todo el odio recalcitrante de los poderes fácticos,

inmorales encumbrados que empeñaron la felicidad del pueblo para refrendarlo de tres a seis años.

Y mientras arrecie la tormenta sólo queda mantener el paso,

soñar que vendrá el chapulín colorado a obligar que tu gobierno trabaje,

que los ricos sacudan su caridad sobre los prójimos.

Pero ¿y si empezaras a dejar de patrocinar al narco?

Con tu DVD pirata, la corrupción feliz, los polvos mágicos, el humo orgánico, ese pomo clandestino, tu descuido ingenioso, silencio coleccionado…

¿Y yo?

Insistente

¿Y yo qué hago?

Prendo el futbol, abono, reviso el facebook y sólo me quejo.

Román Castañeda

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